El enfrentamiento de las grandes potencias totalitarias, la Unión Soviética de José Stalin y la Alemania nacionalsocialista de Adolfo Hitler, durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar en el centro del oscuro siglo XX. Resulta difícil encontrar, a lo largo de toda la historia de la humanidad, episodios en que se hayan alcanzado los extremos de violencia y brutalidad que serían una constante durante ese conflicto. No en vano Rusia aportó con cerca de la mitad de los 60 millones de muertos que serían el resultado del conflicto mundial. El grueso de las bajas que sufrieron las tropas alemanas, en una guerra que se libró en varios continentes, le serían provocadas por el Ejército Rojo. En medio de un choque ideológico en el que se enfrentaban dos cosmovisiones para las que los individuos sólo tenían valor como instrumentos para hacer realidad una utopía que los superaba, se cometerían crímenes de un grado de crueldad y barbarie casi inimaginables, los que alcanzarían su culminación con el holocausto de los judíos europeos.
A estos extremos se llegaría luego de varias décadas en que las relaciones entre Alemania y Rusia, siempre muy estrechas, pasarían rápidamente de la atracción al odio. Se suele olvidar que ya a fines de la Primera Guerra Mundial las tropas alemanas ocupaban buena parte de la Rusia europea, extendiéndose hasta el Don, muy cerca de la ciudad que luego pasaría a llamarse Stalingrado y que el apoyo alemán fue clave para que Lenin y los bolcheviques llegaran al poder. Y Stalingrado marcaría también la máxima penetración de la Wehrmacht a fines de 1942, punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial.
Es ese itinerario el que se sigue en este libro, teniendo como hilo conductor la carrera del general Max Pfeffer, de quien se reproduce un epistolario inédito que cubre toda la campaña que terminó con la gran bolsa en la cual sucumbió el VI Ejército del Mariscal Paulus.
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