»Con trazos claros, amplios y eruditos el autor deja impresos de manera indeleble algunos de los rasgos que fundan la condición armenia y prefiguran su tragedia: la prematura modernidad, la composición cultivada del pueblo, la identidad lingüística, el nacionalismo, junto con el hecho de formar parte del corredor entre Asia y Europa y la homogeneidad religiosa cristiana. Dones y condenas, así, aparecen casi desde la inmemorial cuna. Y también desde las fuentes del tiempo, las traiciones, abandonos, robos y ultrajes que los armenios sufrieron por parte de aquéllos a los que apoyaron con convicción y acompañaron con lealtad. En una ocasión le preguntaron a un armenio de origen, León Carlos Arslanián, quien integró la Cámara Federal que juzgó a las Juntas Militares genocidas de Argentina, qué juicio le merecía la condición humana: `pobre´, contestó con economía, `más bien pobre´. Lo asiste la razón. Sólo un condimento: el `asalto a la memoria´, del que Derkrikorian se ocupa sobre el final de la obra, puede ser rechazado por la verdad, la memoria, la reparación y la justicia. Tal vez esos cuatro sustantivos, cuando se encarnan en la obstinación, nos permiten ser más indulgentes con la especie. Este libro nos asoma a dicha posibilidad. Enorme mérito». Rafael Bielsa’
El Genocidio Armenio
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»Con trazos claros, amplios y eruditos el autor deja impresos de manera indeleble algunos de los rasgos que fundan la condición armenia y prefiguran su tragedia: la prematura modernidad, la composición cultivada del pueblo, la identidad lingüística, el nacionalismo, junto con el hecho de formar parte del corredor entre Asia y Europa y la homogeneidad religiosa cristiana. Dones y condenas, así, aparecen casi desde la inmemorial cuna. Y también desde las fuentes del tiempo, las traiciones, abandonos, robos y ultrajes que los armenios sufrieron por parte de aquéllos a los que apoyaron con convicción y acompañaron con lealtad. En una ocasión le preguntaron a un armenio de origen, León Carlos Arslanián, quien integró la Cámara Federal que juzgó a las Juntas Militares genocidas de Argentina, qué juicio le merecía la condición humana: `pobre´, contestó con economía, `más bien pobre´. Lo asiste la razón. Sólo un condimento: el `asalto a la memoria´, del que Derkrikorian se ocupa sobre el final de la obra, puede ser rechazado por la verdad, la memoria, la reparación y la justicia. Tal vez esos cuatro sustantivos, cuando se encarnan en la obstinación, nos permiten ser más indulgentes con la especie. Este libro nos asoma a dicha posibilidad. Enorme mérito». Rafael Bielsa’
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